Tuvo noticias el Gobernador que la vía de Chincha y del Cuzco hay muchas y grandes poblaciones abundosas y ricas; y que doce o quince jornadas deste pueblo está un valle poblado que se dice Caxamalca adonde reside Atabalipa, que es el mayor señor que al presente hay entre los naturales, al cual todos obedecen (...) |
26-27 |
(...) y por ser este señor tan temido, los comarcanos deste río no están domésticos al servicio de su majestad, como conviene, antes se favorescen con este Atabalipa, y dicen que a él tienen por señor y no hay otro, y que pequeña parte de su hueste basta para matar a todos los cristianos, poniendo mucho temor con su acostumbrada crueldad. |
27 |
El Gobernador acordó de partirse en busca de Atabalipa para traerlo al servicio de su majestad, y para pacificar las provincias comarcanas; porque, éste conquistado, lo restante ligeramente sería pacificado. |
27 |
Salió el Gobernador de la ciudad de San Miguel en demanda de Atabalipa, a 24 días de septiembre año de 1532. |
27 |
Súpose que este cacique era gran señor, el cual al presente estaba destruído; que el Cuzco viejo, padre de Atabalipa, le había destruído veinte pueblos y muerte gente déllos. |
28 |
El Gobernador se informó allí de los pueblos y caciques comarcanos y del camino de Caxamalca, y informáronle que dos jornadas de allí había un pueblo grande que se dice Caxas, en el cual había guarnición de Atabalipa, esperando a los cristianos, si fuesen por allí. |
28 |
Sabido por el Gobernador, mandó secretamente a un capitán con gente de pie y de a cauallo para que fuese al pueblo de Caxas, porque si allí bebiese gente de Atabalipa no tomasen soberbia yendo a ellos (...) |
29 |
Entonces salió un capitán que dijo que estaba por Atabalipa recibiendo los tributos de aquellos pueblos, del cual se informó del camino de Caxamalca, y de la intención que Atabalipa tenía para recebir a los cristianos, y de la ciudad del Cuzco, que está de allí a treinta jornadas; que tiene la cerca un día de andadura, y la casa de aposento del cacique tiene cuatro tiros de ballesta y que hay una sala donde está muerto el Cuzco viejo, que el suelo está chapado de plata, y el techo y las paredes de chapas de oro y plata entretejidas. |
30 |
Y que aquellos pueblos habían estado hasta un año antes por el Cuzco, hijo del Cuzco viejo; que hasta que Atabalipa su hermano, se levantó, y ha venido conquistando la tierra, echándoles grandes pechos y tributos, y que cada día hace en ellos grandes crueldades, y que, además del tributo que les dan de sus haciendas y granjerías, se lo dan de sus hijos y hijas. |
30 |
Y que aquel asiento real de que allí estaba fué de Atabalipa que pocos días antes se había ido de allí, con cierta gente de su hueste (...) |
31 |
(...) y que se halló en aquel pueblo de Caxas una casa grande, fuerte y cercada de tapias, con sus puertas, en la cual estaban muchas mujeres hilando y tejiendo ropas para la hueste de Atabalipa, sin tener varones mas de los porteros que las guardaban |
31 |
(...) y que a la entrada del pueblo había ciertos indios ahorcados de los pies y supo deste principal que Atabalipa los mandó matar por que uno dellos entró en las casas de las mujeres a dormir con una; al cual y a todos los porteros que consintieron, ahorcó (...) |
31 |
Aquesta costumbre tienen antiguamente y Atabalipa la suspendió en cuanto tocaba a lo que sacaban para su gente de guarnición. |
32 |
También dijo que halló en estos dos pueblos dos casas llenas de clazado y panes de sal, y un manjar que parecía albóndigas, y depósito de otras cosas para la hueste de Atabalipa; y dijo que aquellos pueblos tenían buena orden y vivían políticamente. |
32 |
Con el capitán vino un indio principal con otros algunos, y dijo el capitán que aquel indio había venido con cierto presente para el Gobernador que su señor Atabalipa le envía desde Caxamalca para le traer aquel presente, que eran dos fortalezas a manera de fuente figuradas en piedra, con que beba, y dos cargas de patos secos desollados, para que, hechos polvos, se sahume con ellos, porque así se usa entre los señores de su tierra; y que le envía a decir que él tiene voluntad de ser su amigo, y esperalle de paz en Caxamalca. |
32 |
El Gobernador recibió el presente y le habló bien, diciendo que holgaba mucho de su venida, por ser mensajero de Atabalipa, a quien él deseaba ver por las nuevas que dél oía (...) |
33 |
Partido este mensajero , el Gobernador se detuvo allí dos días, porque la gente que había venido de Caxas venía fatigada del camino; y entre tanto escribió a los vecinos del pueblo de San Miguel la relación que de la tierra tenía y las nuevas de Atabalipa, y les envió las dos fortalezas y ropa de lana de la tierra que de Caxas trujeron (...) |
33 |
Hallóse allí un capitán puesto por Atabalipa. |
34 |
(...) Él les preguntó por Atabalipa, si sabían si esperaba de paz o de guerra a los cristianos; y ninguno quiso decir verdad, por temor que tenían de Atabalipa, hasta que tomado parte, un principal y atormentado, dijo que Atabalipa esperaba de guerra con su gente en tres partes, la una al pie de la sierra, y otra en Caxamalca, con mucha soberbia, diciendo que ha de matar a los cristianos; lo cual dijo este principal que él lo había oído. |
35-36 |
(...) y como hubo pasado, [El Gobernador] se fué a aposentar a la fortaleza donde el capitán estaba; y mandó llamar a un cacique, del cual supo que Atabalipa estaba adelante de Caxamalca, en Guamachuco, con mucha gente de guerra, que serían cincuenta mil hombres (...) |
36 |
(...) como el Gobernador oyó tanto número de gente, creyendo que erraba el cacique en la cuenta, informóse de su manera de contar, y supo que cuentan de uno hasta diez, y de diez hasta ciento, y de diez cientos hacen mil, y cinco dieces de millares era la gente que Atabalipa tenía. |
36 |
Este cacique de quien el Gobernador se informó es el principal de los de aquel río; el cual dijo que al tiempo que vino Atabalipa por aquella tierra, él se había escondido por temor, y como no lo halló en sus pueblos, de cinco mil indios que tenía, le mató los cuatro mil, y le tomó seiscientas mujeres y seiscientos muchachos, para repartir entre su gente de guerra: e dijo que el cacique señor de aquel pueblo, y fortaleza donde estaba se llama Cinto, y estaba con Atabalipa. |
36 |
El indio respondió: 'No osaré ir por espía; más iré por tu mensajero a hablar con Atabalipa, y sabré si hay gente de guerra en la sierra, y el propósito que tiene Atabalipa'. |
37 |
El Gobernador dijo que fuese como quisiese; y que si en la sierra hobiese gente, como allí habían sabido, que le enviase aviso con un indio de los que consigo llevaba, y que hablase con Atabalipa y su gente y le dijese el buen tratamiento que él y los cristianos hacen a los caciques de paz, y que no hacen guerra sino a los que se ponen en ella, y que de todo les dijese la verdad, según lo que había visto; y que si Atabalipa quisiese ser bueno, que él sería su amigo y hermano y le favorecería y ayudaría en su guerra. |
37 |
Algunos de los cristianos fueron de parecer que fuese el Gobernador con ellos por aquel camino a Chincha,porque por el otro camino había una mala sierra de pasar antes de llegar a Caxamalca, y en ella había gente de guerra de Atabalipa y yendo por allí se les podía seguir algún detrimento. |
38 |
El Gobernador respondió que ya tenía noticia Atabalipa que él iba en su demanda, desde que partió del río San Miguel; que si dejasen aquel camino dirían los indios que no osaban ir a ellos, y tomarían más soberbia de la que tenían; por lo cual, y por otras muchas causas, dijo que no se había de dejar el camino comenzado, y ir a do quiera que Atabalipa estuviese; que todos se animasen a hacer como de éllos se esperaba; que no les pusiese temor la mucha gente que decían que tenía Atabalipa (...) |
38 |
La gente deste pueblo era alzada, excepto algunas mujeres y pocos indios, de los cuales mandó el Gobernador a un capitán que tomase de los más principales dos, y les preguntase a cada uno por sí de las cosas de aquella tierra y dónde estaba Atabalipa, si esperaba de paz o de guerra. |
40 |
El capitán supo dellos cómo había tres días que Atabalipa era venido a Caxamalca y que tenía consigo mucha gente; que no sabía lo que quería hacer; que siempre habían oído que quería paz con los cristianos, y que la gente deste pueblo estaba por Atabalipa. |
40 |
Ya que el Sol se quería poner llegó un indio de los que había llevado el indio que el Gobernador envió por mensajero , y dijo que le había enviado el principal indio que iba por mensajero desde cerca de Caxamalca; porque allí había encontrado dos mensajeros de Atabalipa que venían atrás; que otro día llegarían y que Atabalipa estaba en Caxamalca, y que él no quiso parar hasta ir a hablar a Atabalipa, y que él volvería con la respuesta, y que en el camino no había hallado gente de guerra. |
40 |
Dende a poco rato que el Gobernador había aquí reposado llegó la retaguardia y por otra parte los mensajeros que Atabalipa enviaba, los cuales traían diez ovejas. |
41 |
Llegados ante el Gobernador y hecho su acatamiento, dijeron que Atabalipa enviaba aquellas ovejas para los cristianos y para saber el día que llegarían a Caxamalca, para les enviar comida al camino. |
41 |
El Gobernador los recibió bien y les dijo que se holgaba con su venida, por enviarlos su hermano Atabalipa; que él iría lo más presto que pudiese. |
41 |
Después que hobieron comido y reposado, el Gobernador les preguntó de las cosas de la tierra y de las guerras que tenía Atabalipa. |
41 |
El uno dellos respondió que cinco días había que Atabalipa estaba en Caxamalca para esperar allí al Gobernador, y que no tenía consigo sino poca gente; que la había enviado a dar guerra al Cuzco su hermano. |
41 |
Mi señor Atabalipa es hijo del Cuzco viejo, que ya es fallecido, el cual señoreó todas estas tierras; y a este su hijo Atabalipa dejó por señor de una gran provincia que está adelante de Tomipunxa [sic: Tumipampa], la cual se dice Guito [sic: Quito]; y a otro su hijo mayor dejó las otras tierras y señorío principal; por ser sucesor del señorío, se llama Cuzco, como su padre. |
42 |
Y no contento con el señorío que tenía, vino a dar guerra a su hermano Atabalipa, el cual le envió mensajeros rogándole que le dejase pacíficamente en lo que su padre le había dejado por herencia, y no lo queriendo hacer el Cuzco, mató a sus herederos y a un hermano de los dos que fué con la embajada. |
42 |
Visto esto por Atabalipa, salió a él con mucha gente de guerra hasta llegar a la provincia de Tumepomba [sic: Tumipampa], que era del señorío de su hermano; y por defenderse de la gente, quemó el pueblo principal de aquella provincia y mató toda la gente. |
42 |
Atabalipa fué conquistando la tierra del Cuzco, sin que algún pueblo se le defendiese, porque sabían el castigo que en Tumepamba [sic: Tumipampa] hizo y de todas las tierras que señoreaba se rehacía de gente de guerra. |
42 |
Y como llegó Caxamalca, parecióle la tierra buena y abundante, y asentó allí para acabar de conquistar toda la tierra de su hermano, y envió con un capitán dos mil hombres de guerra sobre la ciudad donde su hermano reside; y como su hermano tenía mucho número de gente, matóle estos dos mil hombres; y Atabalipa tornó a enviar más gente con dos capitanes, seis meses há, y de pocos días acá le han venido nuevas destos dos capitanes que han ganado toda la tierra del Cuzco hasta llegar a su pueblo, y han desbaratado a él y a su gente, y traen presa su persona, y le tomaron mucho oro y plata'. |
42-43 |
Y creyendo el Gobernador que todo lo que este indio había dicho era de parte de Atabalipa por poner temor a los cristianos y dar a entender su poderío y destreza dijo al mensajero : 'Bien creo lo que has dicho es así, porque Atabalipa es gran señor, y tengo nuevas que es buen guerrero (...) |
43 |
(...) más hágote saber que mi señor el Emperador que es rey de las Españas y de todas las Indias y Tierra Firme, y señor de todo el mundo, tiene muchos criados mayores señores que Atabalipa y capitanes suyos han vencido y prendido a muy mayores que Atabalipa y su hermano y su padre; y el Emperador me envió a estas tierras a traer a los moradores dellas en conoscimiento de Dios y en su obediencia, y con estos pocos cristianos que conmigo vienen he yo desbaratado mayores señores que Atabalipa. |
43 |
Y luego que el señor Gobernador allí fué llegado, vino el principal mensajero que Atabalipa había primero enviado con el presente de las fortalezas que vino a Zarán por la vía de Caxas. |
44 |
El Gobernador mostró holgarse mucho con él, y le preguntó qué tal quedaba Atabalipa; él respondió que bueno, y le enviaba con diez ovejas que traía para los cristianos y fabló muy desenvueltamente, y en sus razones parecía hombre vivo. |
44 |
Dijeron que lo mesmo había dicho el otro mensajero el día antes y otras muchas razones alabando el gran estado de su señor, y la gran pujanza de su hueste, y asegurando y certificando al Gobernador que Atabalipa le recibiría de paz y lo quería tener por amigo y hermano. |
44 |
Otro día por la mañana se partió el Gobernador y caminó por las sierras como primero, y llegó a unos de Atabalipa, adonde reposó un día. |
45 |
Otro día vino allí el mensajero que había enviado el Gobernador a Atabalipa, que era un principal indio de la provincia de San Miguel; y viendo al mensajero de Atabalipa, que presente estaba, arremetió contra él, trabóle de las orejas, tirando reciamente hasta que el Gobernador mandó que lo soltase, que dejándolos hubiera entre ellos mala escaramuza. |
45 |
Preguntóle el Gobernador que por qué había hecho aquello al mensajero de su hermano Atabalipa, él dijo: 'Este es un gran bellaco, llevador de Atabalipa, y viene aquí a decir mentiras, mostrando ser persona principal; que Atabalipa está de guerra fuera de Caxamalca, en el campo y tiene mucha gente; que yo hallé el pueblo sin gente, y de ahí fui a las tiendas, y ví que tenía mucha gente y ganados y muchas tiendas, y todos están a punto de guerra (...) |
45 |
Díjeles que me dejasen ver a Atabalipa y decirle mi embajada, y no quisieron, diciendo que estaba ayunando y no quería hablar con nadie. |
45 |
Al tiempo que me quería venir les rogué que me dejasen ver a Atabalipa, pues sus mensajeros ven y hablan al Gobernador que es mejor que él, y no me quisieron dejar hablar con él, y así me vine. |
46 |
Pues mirad si tengo razón de matar a éste; porque siendo un llevador de Atabalipa (como me han dicho que es) habla contigo y come a tu mesa, y a mi que soy un hombre principal no me quisieron dejar hablar con Atabalipa ni darme de comer, y con buenas razones me defendi que no me mataron. |
46 |
El mensajero de Atabalipa respondió muy atemorizado de ver que el otro indio hablaba con tanto atrevimiento, y dijo que si no había gente en el pueblo de Caxamalca era por dejar las casas vacías en que los cristianos se aposentaron, y Atabalipa está en el campo porque así lo tiene de costumbre después que comenzó la guerra (...) |
46 |
(...) y si no le dejaron hablar con Atabalipa fué porque ayunaba como tiene de costumbre, y no te le dejaron ver, porque los días que ayuna está retraído, y ninguno le habla en aquel tiempo, y ninguno osaría hacerle saber que tu estabas allí; y si él lo supiese te hiciera entrar y dar de comer. |
46-47 |
Otras muchas razones dijo, asegurando que Atabalipa estaba esperando de paz. |
47 |
El Gobernador dijo que bien creía que era así como él decía, porque no tenía menos confianza de su hermano Atabalipa; y no dejó de le hacer un buen tratamiento de ahí en adelante como antes; riñendo con el indio su mensajero , dando a entender que le pesaba porque le había maltratado en su presencia; teniendo en lo secreto por cierto que era verdad lo que su indio había dicho, por el conoscimiento que tenía de las cautelosas mañas de los indios. |
47 |
Allí vinieron mensajeros de Atabalipa con comida para los cristianos. |
47 |
Con esta orden caminó, enviando mensajeros a Atabalipa que viniese allí al pueblo de Caxamalca para verse con él. |
47 |
Y en llegando a la entrada de Caxamalca vieron estar el real de Atabalipa una legua de Caxamalca, en la falda de una sierra. |
47 |
En medio del pueblo está una plaza grande cerca de tapias y de casas de aposento, y por no hallar el Gobernador gente, reparó en aquella plaza, y envió un mensajero a Atabalipa haciéndole saber cómo era llegado; que viniese a verse con él y a mostrarle dónde se aposentase. |
48 |
Entretanto mandó ver el pueblo, porque si hobiese otra mejor fuerza asentase allí el real; y mandó que estuviesen todos en la plaza, y los de a caballo sin apearse hasta ver si Atabalipa venía, y visto el pueblo, no se hallaron mejores aposentos que la plaza. |
48 |
Fuerzas son que entre indios no se han visto tales; entre la sierra y esta plaza grande está otra plaza más pequeña; cercada toda de aposentos; y en ellos había muchas mujeres para el servicio de aqueste Atabalipa. |
49 |
Como el Gobernador hubo estado con los españoles esperando que Atabalipa viniese o enviase a darle aposento y como vió que se hacía ya tarde, envió un capitán con veinte de a caballo a hablar a Atabalipa y a decirle que viniese a hablar con él (...) |
49-50 |
Estando en esto vino un indio de Atabalipa a decir al Gobernador que se aposentase donde quisiese, con tanto que no se subiese en la fortaleza de la plaza; que él no podía venir por entonces porque ayunaba. |
50 |
Venidos ante el Gobernador dijeron que en el camino, habían hallado un mal paso en una ciénaga que de antes parecía ser hecho de calzada, porque desde deste pueblo va todo el camino ancho hecho de calzada y de piedra hasta el real de Atabalipa; y como la calzada iba sobre los malos pasos, rompieron sobre aquel mal paso, y que lo pasaron por otra parte (...) |
50-51 |
(...) y llegado al aposento de Atabalipa, en una plaza había cuatrocientos indios que parecían gente de guarda (...) |
51 |
Dejando allí la gente, pasó el río, y llegando cerca de donde Atabalipa estaba, dijo el capitán que con él estaba (...) |
51 |
Atabalipa dijo: 'Un cacique no me ha querido obedecer, mi gente irá con vosotros y haréisle guerra'. |
52 |
Atabalipa se rió y dijo que bebiessen; los capitanes dijeron que ayunaban por defenderse de beber su brebaje. Importunados por él, lo aceptaron. |
52 |
Luego vinieron mujeres con vasos de oro, en que traían chicha de maíz. Como Atabalipa las vido, alzó los ojos a ellas, sin les decir palabra se fueron presto e volvieron con otros vasos de oro mayores: y con ellos les dieron a beber. |
52-53 |
Luego se despidieron quedando Atabalipa de ir a ver al Gobernador otro día por la mañana. |
53 |
Su real estaba sentado en la falda de un serrezuela, y las tiendas, que eran de algodón, tomaban una legua de largo; en medio estaba la de Atabalipa. |
53 |
Venido el día sábado por la mañana llegó al Gobernador un mensajero de Atabalipa y le dijo de su parte: 'Mi señor te envía a decir que quiere venir a verte, y traer su gente armada, pues tu enviaste la tuya ayer armada; y que les envíes un cristiano con quien venga'. |
53 |
Atabalipa te envía a decir que no quería traer su gente armada; porque aunque viniesen con él, muchos venían sin armas, porque los querían traer consigo y aposentarlos en este pueblo; y que le aderezasen un aposento de los desta plaza, donde él pose, que sea una casa que se dice de la Sierpe, que tiene dentro una sierpe de piedra'. |
54 |
En las calles por do entran a la plaza puso gente en celada; y tomó consigo veinte hombres de a pie y con ellos estuvo en su aposento, poque con él tuviesen cargo de prender la persona de Atabalipa si cautelosamente viniese, como parecía que venía, con tanto número de gente como con él venía. |
54 |
Con este concierto y orden que se ha dicho estuvo el Gobernador esperando que Atabalipa entrase, sin que en la plaza aparesciese algún cristiano, excepto el atalaya que daba aviso de lo que pasaba en la hueste. |
55 |
Viendo el Gobernador que el Sol se iba a poner, y que Atabalipa no levantaba de donde había reparado, y que todavía venía gente de su real, envióle a decir con un español que entrase en la plaza y viniese a verlo antes que fuese de noche. |
55 |
Como el mensajero fué a Atabalipa, hízole acatamiento y por señas le dijo que fuese donde el Gobernador estaba. |
55-56 |
Entre estos venía Atabalipa en una litera aforrada de plumas de papagayos de muchos colores, guarnecida de chapas de oro y plata. |
56 |
En llegando Atabalipa en medio de la plaza hizo que todos estuviesen quedos, y la litera en que él venía, y las otras en alto: no cesaba de entrar gente en la plaza. |
56 |
El Gobernador que esto vió, dijo a Fray Vicente que si quería ir a hablar a Atabalipa con un faurate; él dijo que sí, y fué con una cruz en la mano y con una biblia en la otra, y entró por entre la gente hasta donde Atabalipa estaba (...) |
56 |
Atabalipa dijo que le diese el libro para verle, y él se lo dió cerrado, y no acertando Atabalipa a abrirle, el religioso extendió el brazo para lo abrir, y Atabalipa con gran desden le dió un golpe en el brazo, no queriendo que lo abriese (...) |
57 |
Atabalipa dijo: 'No partiré de aquí hasta que no me la traigan'. |
57 |
Atabalipa se puso en pie encima de las andas, hablando a los suyos que estuviesen apercibidos. |
57 |
El religioso dijo al Gobernador lo que había pasado con Atabalipa y que había echado en tierra la Sagrada Escriptura. |
57 |
Luego el Gobernador se armó un sayo de armas de algodón, y tomó su espada y adarga, y con los españoles que con él estaban entró por medio de los indios; y con mucho ánimo, con solo cuatro hombres que le pudieron seguir; llegó hasta la litera donde Atabalipa estaba, y sin temor le echó mano del brazo izquierdo diciendo 'Santiago'. |
57-58 |
El Gobernador tenía todavía del brazo a Atabalipa, que no le podía sacar de las andas, como estaba en alto. |
58 |
Los españoles hicieron tal matanza en los que tenían las andas, que cayeron en el suelo; y si el Gobernador no defendiera a Atabalipa, allí pagaba el soberbio todas las crueldades que había hecho. |
58 |
El Gobernador, por defender a Atabalipa, fué herido de una pequeña herida en la mano. |
58 |
Todos los que traían las andas de Atabalipa pareció ser hombres principales, los cuales, todos murieron, y también todos los que venían en las literas y hamacas; y el de la una litera era su paje y señor; a quién él mucho estimaba; y los otros eran también señores de mucha gente y consejeros suyos: murió también el cacique señor de Caxamalca. |
58 |
Otros capitanes murieron, que por ser gran número no se hace caso déllos, porque todos los que venían en guarda de Atabalipa eran grandes señores. |
58-59 |
Y el Gobernador se fué a su posada con su prisionero Atabalipa, despojado de sus vestiduras que los españoles le habían rompido por quitarle de las andas. |
59 |
Hecho este razonamiento por el Gobernador, respondió Atabalipa que había sido engañado de sus capitanes, que le dijeron que no hiciese caso de los españoles; que él de paz quería venir, y los suyos no le dejaron, y que todos los que le aconsejaron eran muertos. |
60 |
Y así, se fueron a cenar y el Gobernador hizo asentar a su mesa a Atabalipa, y haciéndole buen tratamiento, y sirviéronle como a su misma persona; y luego le mandó dar de sus mujeres que fueron presas las que él quiso para su servicio, y mándole hacer una cama en la cámara que el mismo Gobernador dormía, teniéndole sulto sin prisión, sino las guardas que velaban. |
61 |
El capitán con los de a caballo recogió todo lo que había en el campo y tiendas de Atabalipa, y entró antes de medio día en el real con una cabalgada de hombres y mujeres, y ovejas y oro, plata y ropa; en esta cabalgada hubo ochenta mil pesos y siete mil marcos de plata y catorce esmeraldas; el oro y plata en piezas monstruosas y platos grandes y pequeños, y cántaros y ollas y braceros y copones grandes y otras piezas diversas. |
61 |
Atabalipa dijo que todo esto era vajilla de su servicio, y que sus indios que habían huído habían llevado otra mucha cantidad. |
61 |
(...) y los indios que la noche antes habían recogido mandó el Gobernador poner en la plaza para que los cristianos tomasen los que hobiesen menester para su servicio; todos los demás mandó soltar y que se fuesen a sus casas; porque eran de diversas provincias, que los traía Atabalipa para sostener sus guerras y para servicio de su ejército. |
61 |
El Gobernador no lo consintió diciendo que no era bien hacer tan grande crueldad; que aunque es grande el poder de Atabalipa y podía recoger gran número de gente, que mucho mayor es el poder de Dios nuestro Señor (...) |
61 |
Esta gente que Atabalipa tenía en su ejército, eran todos hombres muy diestros y ejercitados en la guerra como aquellos que siempre andan en ella, e son mancebos e grandes de cuerpo, que solos mil dellos bastan para asolar una población de aquella tierra, aunque tenga veinte mil hombres. |
64 |
La casa de aposento de Atabalipa que en medio de su real tema, es la mejor que entre los indios se ha visto, aunque pequeña; hecha en cuatro cuartos, y en medio un patio, y en él un estanque, al cual viene agua por un caño, tan caliente, que no se puede sofrir la mano en ella. |
64 |
El aposento en donde Atabalipa estaba entre día es un corredor sobre un huerto, y junto está una cámara donde dormía, con una ventana sobre el patio y estanque, y el corredor así mesmo sale sobre el patio; las paredes están enjabelgadas de un betumen bermejo, mejor que almagre, que luee mucho, y la madera que cae, sobre la cobija de la casa está teñida de la mesma color; y el otro cuarto frontero es de cuatro bóvedas, redondas como campanas, todas cuatro encorporadas en una; este es encalado, blanco como nieve. Los otros dos son casas de servicio. |
64-65 |
Ya se ha dicho de la victoria que los cristianos hobieron en la batalla y prisión de Atabalipa, y de la manera de su real y ejército. |
65 |
Agora se dirá del padre deste Atabalipa, y cómo se hizo señor y otras cosas de su grandeza y estado, según que él mesmo lo contó al Gobernador. |
65 |
Su padre deste Atabalipa se llamó el Cuzco, que señoreó toda aquella tierra; de más de trescientas leguas le obedecían y daban tributo. |
65 |
Este era hijo de su mujer legítima e la más principal a quien más quiere el marido; éste era mayor que Atabalipa. |
65 |
Y asímismo dijo Atabalipa que después de la muerte de su padre, él y su hermano el Cuzco estuvieron en paz siete años cada uno en la tierra que le dejó su padre y podrá haber un año, poco más, que su hermano el Cuzco se levantó contra él con voluntad de tomarle su señorío, y después le envío rogar Atabalipa que no le hiciese guerra, sino que se contentase con lo que su padre le había dejado; y el Cuzco no lo quizo hacer, y Atabalipa salió de su tierra que se dice Guito [sic: Quito], con la más gente de guerra que pudo, y vino a Tomepompa [sic: Tumipampa], donde hubo con su hermano una batalla, y mató Atabalipa más de mil hombres de la gente del Cuzco, y lo hizo volver huyendo (...) |
66-67 |
(...) y el Cuzco se fué a su tierra huyendo, y Atabalipa vino conquistando con gran poder toda aquella tierra y todos los pueblos se le daban, sabiendo la grandísima destruición que había hecho en Tomepomba [sic: Tumipampa]. |
67 |
Seis meses había que Atabalipa había enviado dos pajes suyos, muy valientes hombres, el uno llamado Quisques, y el otro Chialiachín [sic: Chillicuchima], los cuales fueron con cuarenta mil hombres sobre la ciudad de su hermano: y fueron ganando toda la tierra hasta aquella ciudad donde el Cuzco estaba, y se la tomaron y mataron mucha gente, y prendieron su persona y le tomaron todo el tesoro de su padre, y luego lo hicieron saber a Atabalipa y mandó que se lo enviase preso (...) |
67 |
(...) y los capitanes se quedaron en aquella ciudad que habían conquistado por guardar la ciudad y el tesoro que en ella había, y que tenían diez mil hombres de guarnición, de los cuarenta mil que llevaron, y los otros treinta mil fueron a descansar a sus casas con el despojo que habían habido: y todo lo que su hermano el Cuzco poseía tenía Atabalipa subjectado. |
67 |
Atabalipa y estos sus capitanes generales andaban en andas, y después que la guerra comenzó ha muerto mucha gente, y Atabalipa ha hecho muchas crueldades en los contrarios, y tiene consigo a todos los caciques de los pueblos que ha conquistado, y tiene puestos gobernadores en todos los pueblos, porque de otra manera no pudiera tener tan pacífica y subjecta la tierra como la ha tenido (...) |
67-68 |
Atabalipa tenía pensamiento, si no le acaeciera ser preso, de irse a descansar a su tierra, y de camino acabar de asolar todos los pueblos de aquella comarca de Tomepomba [sic: Tumipampa] que se le había puesto en defensa y poblalla de nuevo de su gente, y que le envíasen sus capitanes, de la gente del Cuzco que han conquistado, cuatro mil hombres casados para poblar a Tomepomba [sic: Tumipampa]. |
68 |
También dijo Atabalipa que entregaría al Gobernador a su hermano el Cuzco, al cual sus capitanes enviaban preso de la ciudad, para que hiciese dél lo que quisiese (...) |
68 |
(...) y porque Atabalipa temía que a él mesmo matarían los españoles, y dijo al Gobernador que daría para los españoles que le habían predicado mucha cuantidad de oro y plata (...) |
68 |
Atabalipa dijo que daría de oro una sala que tiene 22 pies en largo y diez y siete en ancho, llena hasta una raya blanca que está en la mitad del altor de la sala, que será lo que dijo de altura de estado y medio; y dijo que hasta allí henchiría la sala de diversas piezas de oro, cántaros, ollas y tejuelos, y otras piezas, y que de plata daría todo aquel bohío dos veces lleno, y que esto cumpliría dentro de doce meses. |
68 |
Luego despachó Atabalipa mensajeros a sus capitanes, que estaban en la ciudad del Cuzco, que le enviasen dos mil indios cargados de oro y muchos de plata; esto sin lo que venía camino con su hermano, que traían preso. |
69 |
El Gobernador le preguntó que qué tanto tardarían sus mensajeros en ir a la ciudad del Cuzco; Atabalipa dijo que cuando envía con priesa hacer saber alguna cosa corren por postas de pueblo en pueblo, y llega la nueva en cinco días, y que yendo todo el camino, los que él envía con el mensaje, aunque sean hombres sueltos, tardan quince días en ir. |
69 |
Atabalipa dijo que el día que el Gobernador envío a su hermano Hernando Pizarro a su real para hablar con él, que uno de los cristianos arremetió con el caballo, y aquellos que estaban muertos se habían retraído y por eso los mandó matar. |
69 |
Atabalipa era hombre de treinta años; bien apersonado y dispuesto, algo grueso; el rostro grande, hermoso y feroz, los ojos encarnizados en sangre; hablaba con mucha gravedad, como gran señor; habla muy vivos razonamientos, y entendidos por los españoles, conoscían ser hombre sabio; era hombre alegre; aunque crudo; hablando con los suyos era muy robusto y no mostraba alegría. |
69 |
Entre otras cosas dijo Atabalipa al Gobernador que diez jornadas de Caxamalca camino del Cuzco, está en un pueblo una mezquita que tienen todos los moradores de aquella tierra por su templo general, en la cual todos ofrescen oro y plata, y su padre la tuvo en mucha veneración (...) |
69-70 |
(...) la cual mezquita dijo Atabalipa que tenía mucha riqueza; porque aunque en cada pueblo hay mezquita donde tienen sus ídolos particulares en que ellos adoran, en aquella mezquita estaba el general ídolo de todos ellos; y que por guarda de aquella mezquita estaba un gran sabio, el cual los indios creían que sabía las cosas por venir, porque hablaba con aquel ídolo y se las decía. |
70 |
Oídas estas palabras por el Gobernador (aunque antes tenía noticia de esta mezquita) dió a entender a Atabalipa cómo todos aquellos ídolos son vanidad, y el que en ellos habla es el diablo, que los engaña por los llevar a perdición (...) irán a las penas infernales, donde para siempre están ardiendo todos los que carecieron deste conoscimiento, que han servido al diablo haciéndole sacrificios y ofrendas y mezquitas (...) |
70 |
Atabalipa dijo que, como hasta entonces no había visto cristianos él ni sus antepasados, no supieron esto y que él había vivido como ellos; y más dijo Atabalipa, que está espantado de lo que el Gobernador le había dicho; que bien conoscía que aquel que hablaba en su ídolo no es dios verdadero, pues tampoco le ayuda. |
70-71 |
Sabido por los caciques desta provincia la venida del Gobernador y la prisión de Atabalipa muchos dellos vinieron de paz a ver al Gobernador. |
71 |
Algunos destos caciques eran señores de treinta mil indios, todos subjectos a Atabalipa, y como ante él llegaban, le hacían gran acatamiento, besándole los pies, y las manos; él los recibía sin mirallos. |
71 |
Cosa extraña es decir la gravedad de Atabalipa, y la mucha obediencia que todos le tenían. |
71 |
Atabalipa respondió que en toda aquella tierra no había quien se moviese sin su licencia; que tuviese por cierto que sí gente de guerra viniese que él las mandaba venir, y que entonces hisiese dél lo que quisiese, pues lo tenía en su prisión. |
71-72 |
Entre muchos mensajeros que venían a Atabalipa, le vino uno de los que traían preso a su hermano, a decille que cuando sus capitanes supieron su prisión habían ya muerto al Cuzco. |
72 |
Sabido esto por el Gobernador, mostró que le pesaba mucho, y dijo que no le habían muerto que lo trujesen luego vivo, y si no, que él mandaría matar a Atabalipa. |
72 |
Atabalipa afirmaba que sus capitanes lo habían muerto sin saberlo él. |
72 |
Pasadas estas cosas, dende algunos días vino gente de Atabalipa y un hermano suyo que venía del Cuzco, y trújole unas hermanas y mujeres de Atabalipa, y trujo muchas vasijas de oro; cántaros y ollas y otras piezas y mucha plata, y dijo que por el camino venía más (...) |
72 |
Todo lo mandó poner el Gobernador en una casa donde Atabalipa tenía sus guardas, hasta tanto que con ello y con los que ha de venir cumpla lo que ha prometido. |
72 |
Pasados sesenta días de la prisión de Atabalipa, un cacique del pueblo en donde está la mezquita, y el guardián della llegaron ante el Gobernador, el cual preguntó a Atabalipa que quién eran; dijo que el uno era señor del pueblo de la mezquita y el otro guardián della, y que se holgaba con su venida, por que pagarías las mentiras que le habían dicho; y pidió una cadena para echar al guardián porque le había aconsejado que tuviese guerra con los cristianos, que el ídolo le había dicho que los mataría todos; y también dijo a su padre el Cuzco, cuando estaba a la muerte, que no moriría de aquella enfermedad. |
74 |
Y el Gobernador mandó traer la cadena, y Atabalipa se la echó diciendo que no se la quitasen hasta que hiciese traer todo el oro de la mezquita, y dijo Atabalipa que lo quería dar a los cristianos, pues que su ídolo es mentiroso (...) |
74 |
Todo lo mandó el Gobernador con lo que primero habían traído, en una casa en donde Atabalipa tenía puestas guardas, diciendo que él lo quería tener a recaudo; pues había de cumplir lo que había prometido, para que venido lo entregase todo junto (...) |
75 |
Con este oro y plata vino un hermano de Atabalipa, y dijo que en Jauja quedaba mayor cantidad de oro, lo cual traían ya por el camino, y venían con ello uno de los capitanes de Atabalipa llamado Chillicuchima. |
75 |
El Gobernador respondió que llegase a la mezquita, porque tenía preso al guardián della y Atabalipa había mandado traer el tesoro que en ella estaba, y que despachase presto de traer todo el oro que en la mezquita hallase, y que le escribiese de cada pueblo lo que le sucediese por el camino; y así lo hizo. |
75 |
Viendo el Gobernador la dilación que había en el traer el oro, envió tres cristianos para que hiciesen venir el oro que estaba en Jauja y para que viesen el pueblo del Cuzco, y dió poder a uno dellos para que en su lugar, en nombre de su majestad, tomase posesión del Cuzco y de sus comarcas ante un escribano público que con ellos iba; y con ellos envió un hermano de Atabalipa. |
75 |
E juntamente con los oficiales de su majestad acordó que se hiciese fundición de todo el oro que hay en este pueblo, que Atabalipa había hecho traer, y de todo lo demás que llegara antes que la fundición se acabe, porque fundido y repartido no se detenga más aquí el Gobernador, y vaya a hacer la población, como manda su majestad. |
103 |
(...) y que hallaron allí al capitán Quisquis que tiene esta ciudad por Atabalipa, con treinta mil hombres de guarnición, con que la guarda, porque confina con caribes y con otras gentes que tienen guerra con aquella ciudad (...) |
104 |
Hay lugar de los que son subjetos al Cuzco, que agora estaba por Atabalipa, a donde dicen que hay dos casas hechas de oro, y las pajas dellas, con que están cubiertas, todas hechas de oro. |
107 |
Asimesmo se sabe por dicho de Atabalipa y de Chillicuchima y otros muchos, que tenía Atabalipa en Jauja ciertas ovejas, y pastores que las guardan, todo hecho de oro, y las ovejas y pastores grandes como los hay en esta tierra; estas piezas eran de su padre, y prometió dar a los españoles. |
107 |
Grandes cosas se cuentan de las riquezas de Atabalipa y de su padre. |
107 |
Agora digamos una cosa que no es para dejar de escrebir, y es que pareció ante el señor un cacique señor del pueblo de Caxamalca y por las lenguas le dijo 'Hágote saber que después que Atabalipa fué presso, envió, a Quito su tierra, y por todas las otras provincias a hacer ayuntamiento de mucha gente de guerra para venirse sobre ti y tu gente y mataros a todos, y que toda esta gente viene con un gran capitán llamado Lluminabe, y que está muy cerca de aquí y verná de noche y dará en este real quemándolo por todas partes, y al primero que trabajarán por matar será a tí, y sacarán de su prisión a su señor Atabalipa. |
107-108 |
Oído por el Gobernador este aviso, agradeciólo mucho al cacique, y hízole mucha honrra, y mandó a un escribano que lo asentase todo, y hízole sobre ello información, y tomó el dicho a un tío de Atabalipa, y a algunos señores principales y a algunas indias, y hállose ser verdad todo lo que dijo el cacique señor de Caxamalca. |
108 |
El Gobernador habló a Atabalipa, diciendo: ¿Qué traición es esta que me tienes armada, habiéndote yo hecho tanta honra como a hermano y confiándome de tus palabras? |
108 |
Atabalipa respondió diciendo: ¿Búrlaste conmigo? Siempre me hablas cosas de burla; ¿qué parte somos yo y toda mi gente para enojar a tan valientes hombres como vosotros? No me digas estas burlas. |
108 |
(...) y supo que estaba en tierra muy agria y que se venían acercando, y súpose que luego que le fué echada la cadena a Atabalipa envió sus mensajeros a hacer saber aquel su gran capitán como el Gobernador lo había muerto; y que sabida esta muerte por él y los de su hueste se había retraído atrás: y que tras aquellos mensajeros envió otros enviéndolos a mandar que luego viniesen sin detenerse, enviándoles avisos cómo y por donde y a qué hora habían de dar en el real, porque él estaba vivo y si se tardaban lo hallarían muerto. |
109 |
Con este recaudo está el real, hasta un sábado a la puesta del sol vinieron dos indios de los que servían a los españoles a decir al Gobernador que venían huyendo de la gente del ejército que llegaban a tres leguas de allí y que aquella noche o otra llegarían a dar en el real de los cristianos, porque a gran priesa se venían acercando por lo que Atabalipa les había enviado a mandar. |
109-110 |
Luego el Gobernador, con acuerdo de los oficiales de su majestad, y de los capitanes y personas de experiencia, sentenció a muerte a Atabalipa, y mandó por su sentencia, por la traición por él cometida, que muriese quemado si no se tornase cristiano, por la seguridad de los cristianos y por el bien de toda la tierra y conquista y pacificación della; porque muerto Atabalipa, luego desbarataría toda aquella gente, y no tenían tanto ánimo para ofender y hacer todo lo que les había enviado a mandar. |
110 |
Luego tomó el Gobernador, otro hijo del Cuzco viejo, llamado Atabalipa, que mostraba tener amistad a los cristianos, y lo puso en el señorío en presencia de los caciques y señores comarcanos y de otros indios; y les mandó que lo tuviesen todos por señor y le obedeciesen como antes obedecían a Atabalipa, pues este era señor natural, por ser hijo del Cuzco viejo; y todos dijeros que lo tenían por tal señor y le obedescerían como el Gobernador les mandaba. |
111 |
Agora quiero decir una cosa admirable, y es que veinte días antes que esto acaeciese, ni se supiese de la hueste que Atabalipa había hecho juntar, estando Atabalipa una noche muy alegre con algunos españoles, hablando con ellos, paresció a deshora una señal en el cielo a la parte del Cuzco, como cometa de fuego, que duró mucha parte de la noche; y vista esta señal por Atabalipa, dijo que muy presto había de morir en aquella tierra un gran señor . |
111-112 |
Cuando el Gobernador hubo puesto en el estado y señorío desta tierra a Atabalipa el menor (como ya se ha dicho), díjole el Gobernador que le quería notificar lo que su majestad manda, y lo que ha de hacer y cumplir para ser su vasallo. |
112 |
Atabalipa respondió que había de estar cuatro días retraído sin hablar a ninguno, porque así se usa entre ellos cuando un señor muere, para que el sucesor sea temido y obedescido y luego le dan todos la obediencia. |
112 |
Así fué recebido este señor al estado de Atabalipa y luego le pusieron una borla muy rica atada por la cabeza, que desciende desde la frente, que cuasi le tapaba los ojos, que entre ellos es corona, que trea el que es señor del Cuzco, y así la traía Atabalipa. |
112 |