Después que de aquella tierra vino Isasaga, de quien vuestras mercedes se informarían de lo hasta allí acaecido, el gobernador fundó en nombre de Su Majestad un pueblo cerca de la costa, que se llama San Miguel, veinticinco leguas de aquel cabo de Túmbez. Dejados allí los vecinos y partidos los indios que había en la comarca del pueblo, se partió con sesenta de caballo y noventa peones, que estaba en él Atabaliba hijo del Cuzco viejo y hermano del que al presente era señor de la tierra: y entre los dos hermanos había muy cruda guerra, y aquel Atabaliba le había venido ganando la guerra hasta allí que hay desde donde partió ciento cincuenta leguas. |
119-120 |
Pasadas siete u ocho jornadas, vino al gobernador un capitán de Atabaliba, y díjole que su señor Atabaliba había sabido de su venida y holgaba mucho dello, y tenía deseo de conocer a los cristianos: y así como hubo estado dos días con el gobernador, dijo que quería adelantarse a decir a su señor cómo iba, y que el otro vernía al camino con presente en señal de paz. |
120 |
El gobernador fue de camino adelante hasta llegar a un pueblo que se dice la Ramada, que hasta allí era todo tierra llana, y desde allí era sierra muy áspera y de muy malos pasos: y visto que no volvía el mensajero de Atabaliba, quiso informarse de algunos indios que habían venido a Caxamalca; y atormentáronse, y dijeron que habían oído que Atabaliba esperaba al gobernador en la sierra para darle guerra. |
120 |
A la mitad del camino vinieron mensajeros de Atabaliba, y trajeron al gobernador comida, y dijeron que Atabaliba le esperaba en Caxamalca, que quería ser su amigo, y que le hacía saber que sus capitanes que había enviado a la del Cuzco su hermano, le traían preso y que serían en Caxamalca dende en dos días, y que toda la tierra de su padre estaba ya por él. El gobernador le envió decir que holgaba mucho de ello, y que si algún señor había que no le quería dar la obediencia, que él le ayudaría a sojuzgarle. |
121 |
Desde a dos días llegó el gobernador a vista de Caxamalca, y halló indios con comida: y puesta la gente en orden, caminó al pueblo, y halló que Atabaliba no estaba en él, que estaba una legua de allí en el campo con toda su gente en toldos. Y visto que Atabaliba no venía a verle, envió un capitán con quince de caballo a hablar a Atabaliba, diciendo que no se aposentaba hasta saber donde era su voluntad que se aposentasen los cristianos, y que le rogaba que viniese, porque quería holgarse con él. En esto yo vine a hablar al gobernador, que había ido a mirar la manera del pueblo, para si de noche diesen en nosotros los indios, y díjome como había enviado a hablar a Atabaliba. Yo le dije que me parecía que en sesenta de caballo que tenía había algunas personas que no eran diestros a caballo, y otros caballos mancos, y que sacar quince de caballo de los mejores, que era yerro, porque si Atabaliba algo quisiese hacer, no eran para defenderse, y que acaeciéndoles algún revés, que les harían mucha falta. |
121 |
Cuando yo llegué a este paso de Atabaliba, hallé los de caballo junto con el real, y el capitán había ido a hablar con Atabaliba. Yo dejé allí la gente que llevaba, y con dos caballos pasé al aposento; y el capitán le dijo cómo iba y quien era. Y yo dije al Atabaliba que el gobernador me enviaba a visitarle, y que le rogaba que le viniese a ver, porque le estaba esperando para holgarse con él, y que le tenía por amigo. |
121 |
Entre los mensajeros que envió, vino aquel capitán que primero había venido al gobernador al camino, y dijo al gobernador que su señor Atabaliba decía pues los cristianos habían ido con armas a su real, que él quería venir con sus armas. El gobernador le dijo que viniese como él quisiese, y Atabaliba partió de su real a mediodía, y en llegar hasta un campo que estaba medio cuarto de legua de Caxamalca tardó hasta que el sol iba muy bajo. |
122 |
Aquella noche se hizo buena guarda: a la mañana, envió sus mensajeros, dilatando la venida hasta que era ya tarde; y de aquellos mensajeros que venían hablando con algunas indias tenían los cristianos parientas suyas, y les dijeron que se huyesen, porque Atabaliba venía sobre tarde para dar aquella noche en los cristianos y matarlos. |
122 |
El gobernador había mandado repartir la gente en los tres galpones que estaban en la plaza, en triángulo, y que estuviesen a caballo y armados hasta ver qué determinación traía Atabaliba. Asentados sus toldos, envió a decir al gobernador que ya era tarde, que él quería dormir allí, que por la mañana vernía: el gobernador le envió a decir que le rogaba que viniese luego, porque le esperaba a cenar, y que no había de cenar hasta que fuese. |
122 |
El gobernador envió un cristiano, y luego Atabaliba se movió para venir, y dejó allí a la gente con las armas, y llevó consigo hasta cinco o seis mil indios sin armas, salvo que debajo de las camisetas traían unas porras pequeñas y hondas y bolsas con piedras. Venía en unas andas, y delante de él hasta trescientos o cuatrocientos indios con camisetas de librea, limpiando las pajas del camino y cantando; y él en medio de la otra gente, que eran caciques y principales, y los más principales caciques le traían en los hombros. |
123 |
Entrando hasta la mitad de la plaza, reparó allí, y salió un fraile dominico, que estaba con el gobernador, a hablarle de su parte que el gobernador le esperaba en su aposento, que le fuese a hablar: y díjole como era sacerdote, y que era enviado por el Emperador para que les enseñase las cosas de la fe, si quisiesen ser cristianos, y díjole que aquel libro era de las cosas de Dios; y el Atabaliba le pidió el libro y arrojóle en el suelo, y dijo: Yo no pasaré de aquí hasta que deis todo lo que habeis tomado en mi tierra; que yo bien sé quién sois vosotros y en lo que andais. Y levantóse en las andas y habló a su gente, y hubo murmullo entre ellos, llamando a la gente que tenía las armas. |
123 |
El gobernador salió y tomó a Atabaliba, y, por defenderlo, le dió un cristiano una cuchillada en una mano: la gente siguió el alcance hasta donde estaban los indios con armas. No se halló en ellos resistencia ninguna, porque ya era noche: recogiéronse todos al pueblo donde el gobernador quedaba. |
124 |
Otro día de mañana, mandó el gobernador que fuésemos al real de Atabaliba: hallóse en él hasta cuarenta mil castellanos y cuatro o cinco mil marcos de plata, y el real tan lleno de gente como si nunca hubiera faltado ninguna. Recogióse toda la gente, y el gobernador les habló que se fuesen a sus casas, que él no venía a hacer mal, que lo que se había hecho había sido por la soberbia de Atabaliba; y el Atabaliba asimismo se lo mandó. Preguntando a Atabaliba por que había echado el libro y mostrado tanta soberbia, dijo que aquel capitán suyo, que había venido a hablar al gobernador, le había dicho que los cristianos no eran hombres de guerra, y que los caballos se desensillaban de noche, y que con doscientos indios que le diese, se los ataría a todos; y que este capitán y el cacique que arriba he dicho de San Miguel, le engañaron. |
124 |
Y visto que los cristianos recogían algún oro, dijo Atabaliba al gobernador que no se curase de aquel oro, que era poco: que él le daría diez mil tejuelo y le henchiría de piezas de oro aquel buhío, en que estaba, hasta una raya blanca, que sería estado y medio de alto, y el buhío ternía de ancho diecisiete o dieciocho pies, y de largo treinta y cinco; y que cumpliría dentro de dos meses. |
124 |
Estos caciques de la sierra y gente tienen más arte que no los de los llanos. Es la tierra bien poblada : tienen muchas minas en mucha parte de ella. Es tierra fría: nieva en ella y llueve mucho; no hay ciénagas: es pobre de leña. En todos los pueblos principales tiene Atabaliba puestos gobernadores, y asimismo los tenían los señores antecesores suyos. |
126 |
Estas casas son unas para el sacrificio del sol, otras del Cusco viejo, padre de Atabaliba. El sacrificio que hacen es de ovejas, y hacen chicha para verter por el suelo. Hay otra casa de mujeres en cada pueblo de estos principales, asimismo guardadas, que están recogidas de los caciques comarcanos, para cuando pasa el señor de la tierra sacan de allí las mejores para presentárselas; y sacadas aquéllas meten otras tantas. |
126 |
En este pueblo supe que un capitán y principal de Atabaliba estaba veinte leguas de nosotros en un pueblo que dice Xauxa: enviéle a llamar que me viniese a ver, y respondió que yo me fuese camino de Caxamalca, que él saldría por otro camino a juntarse conmigo. |
128 |
Yo me volví camino de Caxamalca por otro camino que el que había ido adonde el capitán de Atabaliba quedó de salir a mí no había salido: antes supe de aquellos caciques que estaba quedo y me había burlado porque me viniese. Desde allí volvimos hacia donde él estaba, y el camino fué tan fragoso y de tanta nieve, que se pasó harto trabajo en llegar allá. Llegado al camino real a un pueblo que se dice Bombón, topé un capitán de Atabaliba con cinco mil indios de guerra que a Atabaliba llevaba en achaque de conquistar un cacique rebelde, y según después ha parecido, eran para hacer junta para matar a los cristianos. |
128-129 |
Así fuimos a Xauxa: llegado media legua del pueblo, visto que el capitán no salía a recibirnos un principal de Atabaliba que llevaba conmigo, a quien yo había hecho buen tratamiento, me dijo que hiciese ir los cristianos en orden, porque creía que el capitán estaba de guerra. Subido a un cerrillo que estaba cerca de Xauxa, vimos en la plaza gran bulto negro, que pensamos ser cosa quemada. Preguntando qué era aquello, dijéronnos que eran indios. |
129 |
Después de yo venido, según el gobernador me escribe, supe que Atabaliba hacía junta de gente para dar guerra a los cristianos, y dice que hicieron justicia de él: hizo señor a otro hermano suyo, que era su enemigo. |
130 |